Desde el año pasado hago uso de este esquema, junto con otros, cuando quiero hablar con mis alumnos sobre cómo las tecnologías digitales van cambiando, y nuestra vida digital también, acompañando esas posibilidades.
Nuevas tecnologías hacen cambiar los comportamientos, lo que a su vez, desde nuestro ámbito de la educación, obliga a trabajar nuevas literacidades y competencias.
Por ejemplo, solo con la llegada de AJAX en 2005-2006, en la web 2.0, es que fue posible escribir y editar un documento entre varias personas, de forma virtual, como si ese documento estuviera en nuestro ordenador. Esa es la época en que mostrábamos a los profesores la maravilla que era editar, por ejemplo, notas adhesivas (Post-it) virtuales. Poco después, el Google Docs y los murales virtuales como el Padlet (antiguo Wallwisher) se popularizaron, haciéndose común la edición en línea y la colaboración virtual.
Antes, en la web 1.0, la colaboración era prácticamente imposible. Por eso, en metodologías educativas como las WebQuest, creadas en 1995, predominaban las práctica cooperativas y no las colaborativas, donde cada integrante del equipo hacía una parte, que después se enviaba por e-mail, para alguien juntarlo todo.
Si en la web 2.0 tratábamos de aprovechar en nuestras actividades educativas las redes sociales, las wikis y los blogs, llega ahora la web 3.0, altamente personalizable y descentralizada, con fuerte influencia de la IA y tecnologías como blockchain, que es central en esta configuración.
¿Y en la sociedad y en la escuela qué pasa? ¿No cambia nada?
Sí, es fácil verlo.
¿Alguien niega la influencia del streaming de videos, el microblogging y los microcontenidos, como Instagram o TikTok, por ejemplo, o el scroll infinito y compulsivo, donde percibimos con frecuencia que nos quedamos enganchados en el consumo de pseudoinformaciones mucho más tiempo que lo que deberíamos?
La lectura profunda y la atención en el estudio o el trabajo tienden a fragmentarse y son actitudes y comportamientos difíciles de mantener después de pocos minutos. El multitasking y la atención fragmentada son típicas de estos tiempos, pero ¿eso quiere decir que son saludables?
La web social, gobernada por las métricas de popularidad, ahora da paso a la recomendación via algoritmo. Parece que lo social desaparece.
La Inteligencia Artificial generativa (IAG) que promete hacer todo de forma fácil y rápida, casi instantánea, siguiendo un simple comando o prompt que le proporcionemos, es algo, sin dudas muy tentador para los alumnos, y yo diría que para cualquiera también.
Esto llama de forma urgente a la necesidad de nuevas alfabetizaciones, conocimientos y reconfiguraciones del quehacer educativo, pero eso será motivo para otros comentarios.
